Carta a los Reyes Magos

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Queridos Reyes Magos:

Llevaba años ya sin escribiros esta carta, exactamente desde el día en que caí de la burra de que siempre me dejabais unos calzoncillos que yo nunca pedía. Gracias de todas formas, un gusto exquisito.

Siempre me ha llamado la atención el típico niño al que en estas fechas entrevistan en medio de una juguetería y cuando le preguntan sobre lo que os pide a los Reyes Magos contesta que la paz, o que nadie se muera de hambre. Lo siento pero me cuesta creerlo. Me encanta oírlo claro, pero me cuesta creerlo ¿Un niño de 6 años en una juguetería inmensa preocupado por la paz mundial? Sólo caben 3 posibilidades: Que el reportero de turno le haya soplado la respuesta mágica para cerrar un reportaje redondo; que la soplona haya sido la madre, convirtiéndose así en la envidia de todas esas señoras que van a comprar el pan en un todoterreno con barra de labios rojo pasión en lugar de mechero; o que efectivamente, estén diciendo lo que desean por encima de todo.

Esta última opción es la que más me inquieta, si en realidad esos niños dicen lo que piensan, ¿en qué momento de nuestra agitada pubertad perdemos las buenas intenciones?

¿Realmente elegimos perderlas o estamos abocados a ello?

Si cuando vemos hablando a ese niño a todos nos pica algo dentro, ¿por qué seguimos preocupados de quitarnos esa pelusilla del ombligo?

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Yo no seré tan ambicioso. Creo que la solución a nuestros grandes problemas está en nosotros mismos, solamente deberíamos afrontarlos. Click.

Suena fácil.

Sé de que va esto, vivo en la ciudad más anestesiada del país más anestesiado de un mundo ya de por sí tremendamente anestesiado. Como decimos aquí “quen ten cú ten medo”, el tema es que no se durante cuánto tiempo más vamos a tenerlo.

Sólo pido eso, que nos despertemos antes de perderlo todo, no creo que sea tarde todavía. Ojalá una parte de nosotros se convierta en ese niño con buenas intenciones y sin miedo a perder nada. De lo contrario no quedará nada que perder.

Las dificultades son inmensas, pero lo más grave no es la pobreza, la falta de trabajo o la corrupción. Somos nosotros. Nos pegan, nos zarandean, nos putean, se ríen de nosotros, nos explotan, nos roban, nos quitan derechos y se vuelven a reír. Y no hay respuesta, por lo menos suficiente. Estamos sentados esperando. Nadie lo va a hacer por nosotros, el karma no viene solo, tendremos que darle un empujoncito. A veces Hakuna Matata no es suficiente.

Dadnos un poquito de chispa, así por lo menos podremos intentarlo. Ya sólo queda afrontar esto con la inconsciencia con la que un niño pide deseos como los de arriba.  Sobre el cómo hacerlo mejor lo hablamos otro día.

«Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena»

J.Sabina

Eso y unos calzoncillos.

Y salud.

Y la Décima, claro.

Lo que me gusta esta canción es sólo comparable con lo desagradable que me resulta la voz de Manolo García.

Dani.

Mis «no consejos» para un feliz 2014

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No me olvidé de esto, sencillamente no recordaba la contraseña. Unos licores me hicieron olvidarla, o sencillamente, quise hacerlo. Así que, como hoy es 31 de Diciembre, en mi lista de propósitos y bien situada, aparece mi intención de escribir aquí de vez en cuando, aunque sólo me lea mi madre.

Esta última semana del año está llena de dos cosas que me ponen de mal humor: Los resúmenes y los consejos de año nuevo en plan autoayuda barata. Esto último en especial, algún día me desahogaré aquí con mi odio patológico a todo lo que se parezca, presuma, o se haga llamar «gurú». Siempre hay excepciones claro, El Gurú de la Esquire me ha sacado de algún apuro, y es de recibo reconocerlo.

¿Qué es lo siguiente entonces?

Bingo! Un par de humildes consejos para el año que viene. O mejor, un par de reflexiones. Siempre sin ánimo de dañar ninguna sensibilidad, claro está.

– En primer lugar, si como yo estás en torno a los 25 años, es probable que en este año tengas que tomar una de las decisiones más importantes de tu vida, ya que tendrás que acatarla durante aproximadamente los próximos 20 años. Ahí va: Si en cada lateral de tu cabeza las canas superan la quincena es el momento de pararse a pensar y tomar YA la decisión. Son dos opciones claras: Dejar que la naturaleza siga su curso o entregarte de por vida al Just for Men. Parece una tontería, pero todas esas crisis de los 40 tratadas a base de recuperación mágica del color del pelo de un día para otro son lamentables. Así que ya sabes, decide. Tu dignidad futura puede depender de ello.

– Dicen que hay que subirse al carro, yo creo que siempre les va mejor a los que se bajan y no siguen el caminito de migas que nos ponen. Ahora nos dicen que emprendamos y que ser tu propio jefe es guay del Paraguay. La decisión es tuya, pero si decides emprender valora la posibilidad de montar una tienda de rings para pulsos chinos, con campeonatos los fines de semana y todo. Yo compraré uno!

– Por último, reduce un poco tu uso de las redes sociales. Si tu vida es una mierda, lo va a seguir siendo aunque tengas 15 «me gusta» en la última foto de tus pies en la playa. No pierdas el tiempo escogiendo el filtro que mejor oculta lo feos que son y vuelve al mundo real. Con un poquito de vez en cuando es suficiente, no?

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Feliz Año Nuevo a todos y disfrutad del día, que mañana Juan Magan y su banda vuelven a tomar los pubs, hoy suenan clásicos.

Y ante todo, no olvidéis cenar bien esta noche, no poneros la corbata en la frente y dejar el Ibuprofeno junto a un botellín de agua en la mesilla ya antes de salir.

Bonus Track: Si estás tentado a quedarte en casa, recuerda que la televisión estará llena de esto:

Dani.

Glory days

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Se acerca otro verano, y cuando éste llegue, se cumplirá un año del día que me di cuenta de que ya sólo llevo la pelota a la playa para apoyar la cabeza.

Sin duda, uno de los días más importantes de mi vida.

Parece una tontería, lo sé. No lo es. Fue uno de esos momentos en los que necesito parar, respirar hondo, y tras decir entredientes alguna palabra malsonante, obligarme a pensar en otra cosa. Dolió. Casi tanto como la muerte de Lord Eddard, o como el 2-6.

No es tan fácil de digerir. Unas semanas antes me había comprado uno de esos balones de 6 euros de Decathlon que los aspirantes a exfutbolistas utilizamos para hacer el ridículo en la playa con los amigos. El ridículo sí, digo bien. Esa pelota me acompañó hasta la arena varios días, durante los cuales terminó inevitablemente debajo de la toalla y siendo complemento perfecto para mi cogote.

Pero esa tarde fue distinta, cuando dejé caer la pelota en la arena se paró el tiempo. Se me quedó mirando. Podía identificar perfectamente la marca que mi cabeza había dejado marcada en ella. Se estaba riendo de mí.

Y me dijo:

– Ya no estas para estos trotes amigo.

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No sabía de quién se mofaba. Y sucedió:

– Chavales hoy no hay siesta. HOY PACHANGA.

Error.

Ya fuera por mi ímpetu, o porque mi cara se parecía a la de Jack Nicholson en El Resplandor, mis amigos  terminaron cediendo.

Cinco minutos después se mascaba la tragedia. No puedo describir el panorama, pero no por vergüenza, por suerte mi mareo me impide recordar con claridad.

Cuando recuperé el oxígeno busqué la toalla derrotado.

Confuso.

Triste.

¿Qué me ha pasado?

Cerré los ojos e inventé el auto-brainstorming.

Caos.

Cientos de recuerdos inundaron mi cabeza. Todas aquellas cosas que ya no hacía,  las que había empezado a hacer y las que había cambiado. Fue como ver una película.

El domingo anterior había salido a trotar un poco a eso de las 10 de la mañana. Cuando salía por las noches no era el mismo, me quejaba de la música y en cuanto tomaba el tercer Jägermeister mi vista fallaba y huía corriendo a casa. Las resacas, acababa de descubrir lo que eran; terribles e infinitas…

Tampoco es tan grave, pensé. Pequeñas cosas. Todavía tengo arreglo.

Pero llegó un último cliché. El definitivo: Mi madre y yo, en la misma playa, el día anterior a las 11 de la mañana, cogiendo conchas para rellenar un jarrón nuevo del salón de casa.

Como comprenderán, si tienes 16 años estas cosas duelen, avergüenzan. Y yo, a pesar de tener unos cuantos más, después de la intensa carcajada que me había dedicado la pelota que ahora volvía a descansar  bajo mi cabeza, me sentí frustrado.

¿Qué me ha pasado?

Abrí los ojos como platos, me levanté, y eché a correr hacía el mar como alma que mueve el diablo. Quince años otra vez. Podía volar.

kid running

El agua fría envolvió mi cuerpo cuando “pinché” esa ola, y volví al instituto, a las discotecas de por la tarde y a preocuparme únicamente de qué hacer el próximo viernes.

Fue un momento muy corto, pero estupendo.

Cuando me quité el agua de los ojos media docena de personas me miraban boquiabiertas. Sentí vergüenza, fijé los ojos en la arena y comencé mi lamentable calvario de vuelta a la toalla.

O no.

Me sentía muy aliviado.

Eché a reír a carcajada limpia.

Entonces lo entendí. Todo iba bien.

No está tan mal correr de vez en cuando los domingos. Lo de la música en los bares no es culpa mía, el declive es espantoso. Las resacas se llevan bastante bien con el deporte de turno, y si no, Multicine y a dormir. Aquel jarrón de conchas había quedado cojoestupendo y con la pelota debajo de la cabeza se leen de maravilla esas novelas que tanto me gustan para la playa.

Y si en algún momento esto no me llena, siempre podré echar a correr hacia el agua, preguntar si falta mucho, o beber hasta perder el control. Y así  volver a cuando quiera.

Supongo que por eso se dice los mayores son los más niños, porque cada vez se necesita más volver para recordar.

“El tiempo es un niño que juega como un niño. Yo soy uno pero contrapuesto a mí mismo soy joven y viejo al mismo tiempo.»

Carl Jung

Dani.